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Animalistas vs Taurinos, una corrida eterna

‘¡Hay sangre en la arena!’, 5 palabras que todo aficionado a los toros espera decir con alegría y entusiasmo desde las graderías. Sin embargo, aquella tarde el júbilo se esfumó. Las graderías estaban tristes y los espectadores asustados.

Rompecuñas era fornido, valiente y endiablado. Jamás se dejaría vencer de su rival en la plaza. El 28 de enero de 2001 era su debut, como cualquier novato estaba muerto del susto. Jorge y Carlos Augusto Garzón Murcia lo habían preparado en su ganadería en Ubaté, Cundinamarca.

La Tauromaquia es, sin lugar a dudas, una práctica para valientes. Muchos académicos afirman que es el arte donde toro y torero cambian de sexo mutuamente. El torero comienza siendo femenino, esquivando las embestidas del toro y al final muestra su hombría dominándolo y ejerciendo las veces de matador; Mientras que el toro, que comienza brío y valiente la corrida, termina sumiso y a los pies del torero.

A simple vista se determina que esta práctica es machista, a pesar de que últimamente el público femenino se ha interesado por esta expresión cultural. Por otro lado, hay quienes aseguran que inconscientemente, hace alusión al homosexualismo.

Según John Ingham, es su tesis de ‘El torero. Estudio sobre dialéctica sexual’, afirma que el torero es un masculino por su valor, y por ser un ‘donjuan’ con las mujeres, además porque “penetra al toro con su espada, pero es homosexual porque, en realidad, penetra a un macho”.

Es muy complicado establecer si las corridas de toros son arte, deporte, tradición o culto a la tortura. No hay duda de que es una tradición cultural, todas las civilizaciones adoraron al toro. Persas, griegos, egipcios, mesopotámicos y cretenses tuvieron mucho que ver con este animal, muchos lo vieron como una deidad y otros como el animal que representaba el valor y valentía.

Rompecuñas, quien no pudo pasar buena noche antes de la corrida, se tornaba nervioso y un poco desubicado al llegar a la ‘Plaza de Toros la Santamaría’. No es para menos, estaría en frente de más de 25 000 espectadores que estaban con sed de sangre en la arena. La mayoría de los asistentes llegaban a la plaza no sin antes ir a su misa dominical.

En la religión, el toro ha sido vital en el cristianismo. Por ejemplo, cuando Moisés subió al Monte Sinaí por los 10 mandamientos, Aaron decidió crear un becerro de oro para venerarle, ya que los israelitas –viendo la ausencia de Moisés- acusaron que debía haber un dios por delante de ellos para rezarle. Muchas veces Moisés usó la sangre de toro para “la limpieza de la contaminación debida a la naturaleza pecaminosa de los sacerdotes”.

Por otro lado, en la mitología griega, Zeus observó a una mujer hermosa llamada Europa. Para espantar a las amigas de esta, se convirtió en un toro blanco. Así, Europa lo acarició y subió encima de él. Finalmente se enamoraron y concibieron a Minos, que a su vez se casó con Pasifae, la cual se enamoró de un toro y de esa relación nació Minotauro.

Tauromaquia como arte

El toro ha sido protagonista en distintas y famosas obras de arte. Picasso quiso mostrar brutalidad y oscuridad simbolizada en el toro que aparece en la ‘Guernica’, una de sus pinturas más famosas. García Lorca, lo tuvo muy en cuenta en su poema, ‘Las cinco de la tarde’. También ha sido vital en el teatro y en el cine.

Esta práctica comenzó hacia los primeros siglos después de Cristo en Andalucía, al sur de España. En esta región, los toros eran abundantes, por lo cual las personas inventaron tácticas de cómo engañarlos en sus embestidas para proteger sus vidas. Hacia el siglo X aparecieron los matadores, en el siglo XV las luchas caballerescas, siguieron las cortesanas y últimamente las luchas profesionales, como hoy conocemos la tauromaquia.

Hay un debate entre taurinos y animalistas acerca de la concepción de arte por los primeros, a lo que los segundos llaman tortura. El debate tiene muchas discordancias, no se establecen acuerdos neutros y ambos sectores se muestran radicales.

Según Asotauro, en su ‘Manifiesto por la defensa de la tauromaquia’ firmado en 2008, afirman en el cuarto punto que la tauromaquia “es un arte porque cumple las tres condiciones fundamentales para poseer dicha categoría: Su fin es producir una emoción estética; como tal, está en perpetua evolución; y como todo arte, se ejecuta para un público”.

Martha Ciro Aguirre, presidenta de la Asociación Defensora de los Animales y el Ambiente (ADA), afirmó: “no se evidencia ninguna emoción estética en el sufrimiento de otro ser. Hay que recordar que los toros son mamíferos con un sistema nervioso complejo que les permite percibir el dolor y sufrir. Además experimentan emociones como los humanos, entre otras el miedo causado por personas vociferantes y personajes que les causan dolor y finalmente la muerte ¿Esto es arte?”.

Paralelamente, la presidenta de ADA, deja claro que durante el Imperio Romano se ejecutaban públicamente luchas entre gladiadores y animales, y que por eso no se debe ignorar que eran espectáculos bárbaros y hoy están prohibidos.

“¿Qué emoción estética percibía el ‘populacho’ en la edad media cuando asistía a la tortura y ejecución pública de reos?, ¿un espectáculo que se daba para su diversión? ¿Es el sufrimiento de otros la justificación para la diversión vergonzosa de unos cuantos y el lucro de otros?”, cuestiona Martha Ciro.

En contraposición a las palabras de la representante de ADA, Asotauro deja claro en el noveno punto del manifiesto que existen “estudios de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, demostrando que el umbral de dolor del toro bravo es muy alto. Este animal libera durante la lidia grandes cantidades de betaendorfinas, con un alto efecto analgésico que bloquea en grandes proporciones el dolor. Además, el toro libera menos cantidad de cortisol durante la lidia, es decir, su nivel de estrés es más bajo que en otras circunstancias”.

Desde las instituciones, por lo menos en Colombia, hay muchas inconsistencias al respecto. Lo cierto es que según la ley 916 de 2004 en su primer artículo decreta que “los espectáculos taurinos son considerados como una expresión artística del ser humano”

***

Era el momento de salir a la arena. Toro y torero cara a cara por primera vez. Ya se habían matado 3 toros, ya era el momento del debut y Rompecuñas no podía fallarle a los capitalinos que se apretujaban en las graderías. Primer pase perfecto, tres o 4 iguales y una serpentina bella. Puyan al animal antes de estocarlo. Rompecuñas se descacha y justo en la hombría, una estocada inolvidable que muy seguramente lo dejaría tío de por vida ¡Hay sangre en la arena!

Cierre y reapertura de la Plaza de Toros la Santamaría

La tradición taurina llegó a Colombia en el siglo XVI, en esa época se realizaban corridas públicas en Bogotá, el destino era San Victorino. En 1890 se construyó en la Calle 10 con Carrera 15, ‘La Bomba’, la primera plaza de toros de la capital. Sólo hasta 1928 se construyó la ‘Plaza de Toros la Santamaría’ en un terreno donado por Ignacio Sanz de Santamaría.

Por la Santamaría se recuerdan estocadas de Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, amigos entrañables de Ernest Hemingway, al menos lo deja claro en su libro ‘Un verano peligroso’.

‘Manolete’ también estuvo presente en la arena capitalina. Y cómo olvidar el genocidio de más de 50 personas atribuido a Rojas Pinilla en febrero de 1956, luego de que 8 días antes insultaran a su hija María Eugenia Rojas –madre de Samuel Moreno- y también gritaran desde la tribuna palabras de apoyo a los liberales.

Desde 2012, el entonces alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, revocó el contrato a la empresa privada que se encargaba de las corridas de toros en Bogotá, una de las decisiones más polémicas del exalcalde.

“No creemos sinceramente que quien militó en un grupo de terroristas que asaltó el Palacio de Justicia dando muerte a todos los magistrados y fue responsable de clase de actos violentos en perjuicio de la sociedad colombiana, como lo fue el M-19, tenga la autoridad moral para dictar cátedra de paz y de no violencia, condenando la muerte del toro bravo en la plaza”, manifestaron los representantes de Asotauro tras la decisión de Petro.

Petro argumentó que la Santamaría iba a servir como centro de educación del Distrito. En él, poetas y escritores se reunirían para dictar clases de letras y literatura. Hoy vemos que las palabras de Gustavo quedaron en el tintero.

Con 5 votos a favor y 4 en contra, la Corte Constitucional falló a favor de los taurinos, permitiendo que desde el 2017 vuelvan las corridas de toros a la capital.

Martha Ciro se mostró con discrepancia ante la decisión de la Corte Constitucional y dijo: “estamos en total desacuerdo con esa postura que únicamente defiende intereses económicos de unos pocos que explotan vergonzosamente la barbarie, la violencia y a quienes se recrean con ella. La Corte Constitucional también se equivoca”.

Por su parte, Enrique Peñalosa redactó un proyecto de ley en el cual se permiten las corridas de toros sin que se le dé muerte al animal. Además agrega que esta ley permitiría que cada ciudadano decida si quiere o no corridas en cada departamento.

Quizá en lo único en que están de acuerdo animalistas y taurinos es en estar en desacuerdo con las declaraciones del alcalde, Enrique Peñalosa. Asotauro expresó su inquietud: “Alcalde Enrique Peñalosa: Los taurinos lo retamos a que respete y obedezca las leyes de la República, y no persiga a la minoría taurina”.

Mientras que la presidenta de ADA dijo: “de ninguna manera estamos de acuerdo con ningún tipo de espectáculo donde se maltrate o abuse de los animales, y cuyo resultado final además del enorme costo para estos seres es la promoción de espectáculos de muerte y violencia que ningún bien dejan a nuestra sociedad que ya carga con enorme peso a costa de la misma”.

Hoy la Santamaría se encuentra en refacciones, se especula que la jornada taurina regresa entre enero y febrero.

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Luego de vencer al primero, Rompecuñas decide enfrentar al segundo, menos de 3 minutos en la arena y despacha a su enemigo. Dos estocadas brillantes. El público se asombra por el debut de Rompecuñas y los susurros no paran en las gradas.

Tauromaquia como cultura o tortura

Estoques, banderillas, puyas, muletas, espadas y puntillas: los instrumentos que hacen de la fiesta brava una cultura artística para unos e irracional para otros.

En la ley 9 de 1979 y en la ley 84 de 1989, se deja más que explicito que causar la muerte de un animal innecesariamente es un despropósito sea cual fuere el motivo. No obstante, en el artículo 7 de la ley 84 de 1989 se decreta que este mandato no se cumple cuando son espectáculos como las corridas de toros, coleo, rejoneo, corralejas, novilladas, etc.

Según Asotauro: “se entiende por cultura como el proceso en el que los individuos construyen, comparten y transforman sus sentidos. Sentido es el conjunto de representaciones, símbolos, arquetipos, conceptos y significados construidos históricamente: ‘La tauromaquia representa la evolución social de España, desde su estructura feudal, con una fiesta protagonizada en principio por caballeros aristócratas, pasando por la revolución industrial, con un nuevo protagonista, el torero de a pie, de extracción popular, una proyección del proletariado, hasta su consolidación como espectáculo de masas’”.

Sin embargo, ADA refuta: “no siempre los derechos de las minorías deben preservarse, especialmente cuando este derecho reclamado e invocado atenta contra 2 principios fundamentales: el derecho a la vida que tienen todos los seres y el derecho a no ser torturados para diversión de otros”.

Mientras los taurinos alegan que los derechos de los animales no deben ser equiparados con los derechos del hombre, ADA sentencia: “debemos abandonar la postura antropocentrista que nos sitúa como reyes y dueños del mundo. Son tan válidos los derechos de los animales no humanos, como los de los animales humanos (algo que suele olvidársenos). Por el contrario, tener una inteligencia superior nos hace más responsables de la protección de los derechos de los animales no humanos. En nombre de nuestros derechos hemos masacrado a millones de otros seres”.

Los toros vuelven a la capital, el debate entre animalistas y taurinos sigue abierto, muchos piensan que es indispensable mantener la tradición, a pesar de que en varias regiones de Francia, España y Portugal está prohibida la tauromaquia. Otros piensan que ese tipo de tradiciones no pueden pasar por encima de los seres vivos y menos con una cultura que promueve la tortura.

Al tercer ruedo Rompecuñas murió, lastimosamente no se puede decir que en franca lid. Rompecuñas era un toro de 6 años, propiedad de la ganadería de los hermanos Garzón en Ubaté, aquella tarde del 28 de enero de 2001 corneó en los testículos al torero español Morante de la Puebla, después corneo en la pierna al colombiano Nelson Segura. Al final el francés Juan Bautista Jalaber, logró una faena con él y lo estocó con éxito.

Rompecuñas, al igual que todos los toros de lidia, estuvo un día antes de la corrida encerrado, a oscuras para que al soltarlo la luz y los gritos de la gente lo aterren y trate de escapar. El propósito de él era huir, mas no atacar.

Según Hemingway, a veces a los toros les recortan los cuernos para proteger al torero. Le cuelgan sacos de arena en el cuello por mucho tiempo. En un artículo para el portal Oaca, Hernán Montecinos afirma que a los toros “los golpean en los testículos y en los riñones. Le inducen diarrea al ponerle sulfatos al agua que le dan de beber. Todo esto con el fin de minar su natural fuerza y llegue débil al ruedo y en completo estado de desorientación. Se le unta grasa en los ojos para dificultarle su visión y en las patas se les pone una sustancia que le produce ardor y escozor y le impiden mantenerse quieto, así el torero no deslucirá su actuación”.

Tauromaquia: ¿deporte?, ¿arte?, ¿cultura?, ¿tortura? ¿tradición?, ¿religión?


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